martes, 13 de agosto de 2013

Actividad 2: Comentario sobre columnas de opinión

Hemos revisado tres columnas de opinión sobre la pobreza en Chile. La primera, "Desigualdad en Chile (...)", plantea que el principal problema en Chile, más que en la pobreza en sí misma está en la desigualdad entre ricos y pobres. Esta columna se centra en el argumento de que el promedio del nivel de ingreso puede ser bueno, pero que esconde diferencias extremas.

La segunda columna, "Una nueva cara (...)", también habla sobre la desigualdad entre ricos y pobres, pero esta vez aporta el hecho de que esa diferencia es también emocional: los pobres son más infelices, se sienten más solos, se sienten vulnerados, etcétera.

Por último, la columna "La Falacia del Termómetro (...)" trata acerca de cómo el uso de la encuesta CASEN como medidor de la pobreza es erróneo en tanto solamente mide la capacidad de adquirir bienes, siendo un medidor unidimensional. Los autores de esta última columna proponen el uso de algún mecanismo de medición multidimensional, que considere los gastos de las personas, su calidad de vida, sus posibilidades de tener una educación, vivienda y salud, etcétera.

Pero, a pesar de ésta mirada crítica de las tres columnas sobre la pobreza y la desigualdad en Chile, parecen estar dejando algo afuera: ¿Es acaso el dinero lo único que importa?

Como dijo Gustavo Petro, alcalde de Bogotá: “País desarrollado no es aquel donde los pobres tienen carro, sino donde los ricos usan el transporte público”[1].  En mi opinión, el foco de la política pública debe ser el de crear las mismas oportunidades para sus ciudadanos: sistemas públicos de salud, transporte y educación de excelencia, subsidios de viviendas de buen nivel, fomento de actividades culturales, etcétera. Con las mismas oportunidades, las diferencias –tanto monetarias como emocionales o espirituales- se irán acortando progresivamente.  


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